El primer comentario que aparece en Colombia sobre el tema, más que una hipótesis, es un juicio de valor. En 1849, José Caicedo Rojas publica un artículo, a raíz de un incidente ocurrido en la localidad de Chitaraque, no lejos de San Gil, en Santander, durante la guerra civil de 1840. Algunos soldados del ejército en que militaba el autor, habían desertado a causa de la melancolía que les produjo una noche de parranda y cantos regionales con acompañamiento de tiple. Caicedo, al narrarlo, hace una detallada descripción del instrumento, de las coplas que con él se cantaban, del inmenso arraigo popular de que gozaba.
Sin embargo, al subrayar la diferencia entre la música y las danzas criollas con sus antecesoras españolas, afirma: “En la Nueva Granada tenemos el tiple y la bandola que son una degeneración de la vihuela española”, y agrega: “el tiple es una degeneración grosera de la española guitarra, lo mismo que nuestros bailes lo son de los bailes de la península”. Posteriormente repite: “Nuestro tiple es una degeneración informe de la vihuela: un vestigio de las antiguas costumbres peninsulares mal aclimatadas en nuestro suelo”. (37, t. I, p. 71-72, Véase Bibliografía).
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